Pablo tiene 74 años y limitaciones físicas para caminar. Vive en Medellín, Colombia, y cada día se levanta temprano, camina despacio unos 20 minutos hasta la parada de autobús y realiza un trayecto de 45 minutos a la ida y a la vuelta hasta el centro de la ciudad, para realizar gestiones diarias y visitar a sus nietos.
Afronta varias barreras de accesibilidad en las paradas de transporte y falta de información de su ruta de bus habitual. Pero esto no le desanima. La familia insiste con regalarle un teléfono inteligente para facilitarle la rutina. Quieren que tenga acceso al itinerario en tiempo real del bus, poder pagar su boleto de manera electrónica. Él aún se resiste.
Al igual que Pablo, los retos de accesibilidad a los sistemas de transporte público y el valor diferencial de la tecnología para mejorar la calidad de vida de los usuarios, son temas en la agenda en varios países de Latinoamérica.
Retos en Latam:
👀 En Ecuador tardan 40 minutos más al viajar en bus las personas con discapacidad visual que el resto de los usuarios.
👀 En la Ciudad de Buenos Aires, sólo un tercio de las estaciones de Subte cuentan con ascensores para viajar en ambas direcciones, de los cuales muchos no funcionan (fuente: Fundación Rumbos).
👀 El sistema del metro de la Ciudad de México cuenta con 355 placas en Braille, en sólo 25 estaciones de 159.
👀 En Bogotá, durante casi cuatro años, los usuarios del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP) tuvieron que utilizar dos tarjetas para poder acceder a todos los servicios.
Estas situaciones ponen en evidencia la necesidad de resolver particularidades antes de implementar proyectos de movilidad. En este sentido, los sistemas de movilidad urbana impactan en la calidad de vida de los ciudadanos, negando o habilitando la posibilidad de acceder a actividades recreativas, a trabajar y/o estudiar.
Algunas soluciones en la región:
En Montevideo, Uruguay, y en numerosas ciudades de Argentina, las personas con discapacidad viajan gratis y con derecho al asiento en las unidades de transporte de pasajeros urbano e interdepartamental.
Si bien circulan y en muchas comunas se les exige a las empresas de autobuses contar con unidades equipadas con rampas, pareciera que no es suficiente. El último censo en Argentina, reveló que un 12,9% de la población tiene algún tipo de discapacidad (alrededor de 5 millones de personas), de las cuales más de 900 mil tienen discapacidad motriz, y si a ese número le sumamos las personas con movilidad reducida, la cifra aumenta.
La obligación de renovar colectivos con rampas, estaciones y unidades que permitan el ingreso de sillas de ruedas, reservar dos asientos para personas con discapacidad, disponer de espacios exclusivos, llevar el número de línea, ramal y otras indicaciones en carteles fácilmente visibles y también en braille, son sólo algunas de las buenas prácticas que esperamos que se extiendan a lo largo y a lo ancho de Latinoamérica, incluyendo el trayecto de Pablo.